Nuestra forma de relacionamiento con la ciudad está regida por el sometimiento ante el conocimiento que encorseta nuestra capacidad de percepción hegemonizada por el dogma. Para romper esta avenencia se hace necesario un pensamiento filosófico problematizador, no para buscar soluciones, sino para estimular el surgimiento de lo nuevo, la modificación de mi pensamiento y de diferencias emergentes, para percibir cuestiones previamente imperceptibles. El ejercicio cartográfico promueve el placer por el matiz y la sutileza de lo que se escapa de las categorías cerradas y absolutas, realizarlo promueve el acercamiento a nuevos estímulos no legislados por la ciencia ni la gramática.
La cartografía es la creación de un mapa que da cierto sentido (simbólico, emocional, lingüístico, etc.) a un espacio-tiempo de distintas realidades, “se opone al calco porque
se orienta hacia una experimentación que actúa sobre lo real” (Pizarro, 2013, p.40).
La creatividad es fundamental para este tipo de método, utilizando lo cotidiano para generar nuevas perspectivas y conexiones; tales conexiones no tienen que ser unidireccionales, pueden ser rizomáticas